Avenida Brasil ya se ha transmitido por gran
parte del mundo y por fin llega a los Estados Unidos a través de Telemundo
(mediodía hora del este). Vaya relato. Comienza con lo más escalofriante del
abuso emocional infantil y se transforma en una historia de venganza. Ahora
bien, no carece de ternura, amor, comicidad, intriga y el clasismo que hace una
telenovela una telenovela. Ahora, añádanle picardía brasilera, sensualidad y la
más avanzada técnica de filmación cinematográfica y ahí esta Avenida Brasil.
Uno nunca cree que se filma en un estudio de televisión. Todo parece ser
grabado en exteriores.
El doblaje al español es muy bueno. La
sincronización de los labios es impecable. La técnica ha mejorado a pasos
agigantados desde los tiempos de La Esclava Isaura original en los ochenta. Las
voces tienen matices de grabación profesional y por ratos le restan
espontaneidad al visual de la actuación. Hay cierta desconexión ahí que nos
lleva a recurrir a la suspensión de la incredulidad. Como telespectadores
debemos pensar que los locutores del doblaje también están actuando e
impartiéndole su interpretación dramática a la trama. Más que sobreactuación,
recibimos doble actuación ya que viene de dos actores diferentes. Se refuerzan
tanto la una a la otra que a veces se les va la mano con la gritería y el melodrama. Ahora,
la trama no cae en lo trillado del melodrama clásico a partir de las
notas exageradas. Increíblemente, nos volvemos adictos al alivio emocional al
bajar la nota actoral y nos quedamos pegaditos para la próxima explosión.
Admito que las griterías y ñoñerías cómicas no me atraen tanto como la tensión
romántica o al descubrirse una intriga.
Dentro de la historia
de venganza y justicia social, cabe resaltar la originalidad de los nombres de
los personajes. Leleco, Muricy, MonaLisa, Olenka, Genesio, Noemia, Cleverson, Darkson
y Tessalia son unos de los más pintorescos. Le ponen tropicalidad y calor
humano a los personajes. A los que tenemos nombres raros nos alegra ver que no
somos los únicos y que no todo el mundo en las novelas se llama Jimena, María
Algo o Fernanda Aquello. Los nombres tradicionales tienen lo suyo en Carmen Lucía,
Jorge, Diógenes, Silas, Lucinda, Carlitos, Tomas, Verónica y Deborah. Aquí hay
sitio para todo tipo de nombres hasta para los estereotípicos nombres de las
criadas Janaína y Zezé.
Lo que no
entiendo es donde cabe el montaje del tema principal de la novela. No me cuadra
el bailoteo de discoteca todavía. La novela no lleva un mes de transmisión acá.
Puede ser que ese misterio se aclare más adelante.
No le quiero
arruinar el placer de la trama a nadie, por eso voy a grandes rasgos y más a
nivel técnico-afectivo que otra cosa. La novela no es perfecta, pero es tan
buena o mejor que las que ocupan los horarios estelares de Telemundo y, porque
no, de Univisión. Me atrevo a decir que no se transmite de noche porque sus
estrellas quizás no hablan el mejor español y no pueden integrarse
instantáneamente a la generatriz novelera de Telemundo NBC. A pesar de a
relación coproductora con TV Globo, cada cual defiende lo suyo. Es el clásico
caso de juntos, pero no revueltos.
Más allá de la
pantalla, la Avenida Brasil impacta porque más que una arterial urbana
tradicional es un expreso, como decimos en Puerto Rico. Traspasa Rio de Janeiro
hasta llegar a las afueras de la cuidad a un casco urbano estilo Río
Piedras con algo así como un Paseo De Diego. En la novela a eso se le llama
suburbio. Y el suburbio en cuestión se llama de Divino, pero para mí es puro
Rio Piedras con paradas de guagua, talleres de carros y cafetines. Por ahí
pasan todo tipo de personas y experiencias de vida. Me acordó mucho al Expreso
Baldorioty de Castro en Puerto Rico aunque ese vaya rumbo a Santurce y
Carolina, no a Rio Piedras. Antes era una avenida, y ahora con supuestas
mejoras, elevados y más carriles es un expreso. Por ese expreso pasan día a día
ataponados miles de puertorriqueños camino a sus trabajos, escuelas y casas.
Amén de los que van a los centros comerciales. Transitan por ahí, carros de
todas clases, guaguas públicas, pisa y corres. Se ven condominios lujosos,
caseríos, hoteles, oficinas, la laguna y el aeropuerto internacional. Se pasa
de una vida a otra, incluso de una isla, un país y un continente a otro por ese
expreso. Por ahí se nos va la vida todos los días. Treinta mil puertorriqueños
abandonan la isla cada año de acuerdo con las estadísticas más recientes. Es
más, en el 2013 se fueron cuarenticinco mil para un total de
cientocuarenticuatro mil en los pasados tres años. El colapso económico de la
isla ha contribuido al colapso de la seguridad y las estructuras sociales más
básicas y no es que las cosas estuviesen ultra estables para comenzar antes del
2008.
Es triste que una novela que sirve
para entretener traiga tristeza y nos traiga interrogantes como si los niños y
los ancianos de Puerto Rico acabarán en algunos casos
abandonados en basureros viviendo de lo que otros desechan como en la novela.
Me hace pensar que podemos hacer todos para evitar un mayor colapso y mayor
pobreza. La pobreza de espíritu y de bolsillo nos ahoga muchas veces. ¿Cómo saldremos a flote? Se podrá
salir a flote? PR debe 70 billones en el mercado de bonos. 1.26 de ellos son
pagaderos en junio de este año. Como país andamos en negación. ¿Cómo no hemos visto consecuencias
mayores hasta ahora, pensamos quizás que lo de la deuda es una ficción novelera.
No lo es. Nuestra novela es una hoja de balance en la que la verdad y la
fantasía no cuadran. Aquí diferimos de Avenida Brasil en que el locutor de
nuestra historia no va al unísono con el desempeño natural de los números. La
incredulidad aquí es mortal. No hay alivio emocional que valga sino pateamos la
impotencia tal golazo de Tifón en Avenida Brasil. Con eso hagamos de la
desesperanza una historia de ficción desechada y con la acción de nuestro lado
hagamos la reinvención de nuestro país la verdadera historia de redención digna
de una novela.