La encarnación cinematográfica de
“Birdman” dirigida por Alejandro González Iñarritú (Fox Searchlight Pictures,
2014) es como nunca te la imaginaste. No sabes si estás ante un megalómano en
pleno ataque psicosis esquizofrénica o ante un semidiós. Fuera quedaron los
colores pastel de la serie animada de los años sesenta donde el súper héroe era
la figura principal y Ray, su alter ego pasó a un segundo plano en el momento
que el dios egipcio Ra, le confirió los poderes del sol. Es más “Birdman” hasta
trabajo a tiempo completo tenía en una agencia secreta del gobierno en la serie
animada. El jefe era un halcón azul. Allí se encargaba de luchar contra el
villano del día y problema resuelto. Su único inconveniente era mantener las
baterías bien cargadas. Sólo bastaba con que “Birdman” volara hacia el sol para recargar sus energías y el
bien vencería. La relación entre Ray y “Birdman” no era nada complicada. Simple
y llanamente cada cuál sabía que “Birdman” era el paladín de la justicia. Ray
dejó de importar el día que “Birdman” llegó a su vida. No tenía familia ni
otros quehaceres que lo ataran a la vida cotidiana. Ray no tenía nada que
sopesar en contra de “Birdman” o favor de su persona, aparentemente. Él aceptó el
llamado de “Birdman” con gran altruismo y no se habló más del caso. No es todos
los días que el dios Ra le otorga poderes a cualquier mortal. ¿O no?
Ese no es el caso de “Riggan
Thomson” protagonista de la película que nos trae aquí hoy. Interpretado en
constante agonía por Michael Keaton, “Riggan” se niega a cederle las riendas a “Birdman,”
a quien interpretó en el cine tres veces con gran éxito en la década de los
noventa. “Riggan” busca su relevancia como actor y ser humano lejos de “Birdman.”
“Birdman” se rehúsa desde la primera escena del filme. A todo le pone queja,
todo lo critica, todo lo rechaza, todo está por debajo de sus expectativas y grandeza.
A “Riggan” no le importa. El desea dejar el rechazo de su hija, la crítica, la
industria cinematográfica, la fanaticada, su exmujer y su novia por el teatro.
Quiere re-encontrarse con el motivo que lo lanzó a su carrera como actor al
readaptar una novela de Raymond Carver al teatro neoyorquino de Broadway. Por
ese reencuentro lo arriesga todo. No hay nada que valga más que ese
re-encuentro porque de él depende su amor propio, su valía ante el mundo y
separación final de “Birdman.”
“Riggan” calcula todos sus
riesgos pero no los desafíos que “Birdman” le lanza todo el tiempo. Este “Birdman”
es ronco, de plumaje oscuro, rostro oscuro, malicia y ego gigantesco. No puede
ser un héroe a menos que lo absorba todo. El cine no es su único reino. Se niega a ser fantasía. De ahí nace nuestra disyuntiva
como cinéfilos. ¿Será “Riggan” un semidiós como el “Birdman” de la serie
animada o un loco trastornado por la fama?
Michael Keaton es tan convincente
en este papel que nos deja dudando. Sobre todo en el desenlace de la historia.
Trae la rigidez heroica del “Batman” que interpretó en la época que “Riggan”
fue “Birdman;” el desenfreno de “Beetlejuice;” la ingenuidad de “Mr. Mom;” y el
deseo de readaptarse de “Multiplicity.” En otras palabras, el protagonista
trajo su bagaje actoral a este personaje de improviso. Se rodea de un histérico
y más delgado Zach Galafinakis como su abogado/representante artístico, Amy
Ryan como su pasiva-agresiva exmujer, Emma Stone como su recién rehabilitada
hija, Naomi Watts como la vulnerable co-protagonista de la obra teatral, Andrea
Risenborough como su novia desengañada/coprotagonista teatral y Edward Norton
como su contrafigura teatral. El elenco vive encerrado en el entorno del teatro
St. James y un bar aldeaño. Raras veces salen de ahí. Su mundo es casi
enclaustrado. Viven ignorando el mundo exterior. Si no se los dice el New York
Times, no se los dice nadie. Es por eso es que la película exalta la inesperada
virtud de la ignorancia en su subtítulo (“Birdman or The Unexpected Virtue of
Ignorance). La única ventana al mundo es su hija que exalta las virtudes
Youtube y las redes sociales, casi cayendo en oídos sordos.
El resto se cree que al ser
actores de gran calibre o al estar asociados a ese mundo poseen una gran
sabiduría, cuando en realidad sólo conocen sus mayores inseguridades. En el único
lugar dónde no las padecen es sobre las tablas. Allí no están solos. El aplauso
los acompaña en la obscuridad del teatro dónde el amor viene de fuentes
anónimas, pero devotas hasta que llegue la próxima sensación teatral y se
reinicie el nuevo ciclo de dolor para los actores.
Esperemos que el ciclo para los
actores de “Birdman” y el director no cierre así en la ceremonia del OSCAR
2015. Que le traiga los 9 galardones a los que ha sido nominado para que el
dolor que retrata la película valga sonrisas
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