En el 1990 debuto a través de Venevisión
en casi toda América una modernización de La Zulianita con una protagonista
rubia y mucha más maldad e intriga que lo que los escritores de La Zulianita le
hubiesen podido encasquetar a la pobre Lupita Ferrer en el año setentipico. Le
pusieron Mi Adorable Mónica a este culebrón. A pesar de los llantenes y
eventual endurecimiento de la protagonista, la moral de la historia era que la
mujer del interior venezolano tenía la estirpe para triunfar en la gran capital
tiburonesca de Caracas. El tema se transfería a todas la mujeres de nuestra
América que iban del campo al pueblo y del pueblo a la cuidad para buscar
suerte. Casi ninguna encontraba el dechado de virtudes masculino y la vida de
millonaria de las novelas, pero al menos con algo se entretenía: con el reconocimiento
de que su sulplicio existe y que este hace patria en la gran urbe. Sin las
maños campesinas no hay urbe...y sin urbe, no hay poblado, solo hay campo y con
campo no hay novela.
Ahora, imagínense esta historia de
forma verídica Llamaremos a nuestra protagonista Mónica también. Es maracucha,
zulianita que por decisión familiar en algún momento de su adolescencia llega a
la tierra de Mickey Mouse: Orlando, Florida. No sabemos cuando pasa eso. Y no
nos importa, son detalles íntimos del su trasfondo. Ella vive anónimamente,
estudia arte dramático en la universidad local y trabaja para una agencia de
modelaje. Y esa agencia le abre las puertas a un encuentro fortuito tal y como
pasa en las telenovelas.
Su agente de modelaje habla con el
artífice del trabuco de los organismos organizados de la belleza mundial, el
dueño del
Miss Venezuela. El hombre, sin saber que esperar, le dice "OK, mándala a
reunirse conmigo cuando yo esté en Miami." La muchacha tampoco sabe que
esperar. Esta más concentrada en su deseo de ser actriz que otra cosa y sabe
Dios si se veía o no como Miss. Porque no todo el mundo quiere ser Miss aunque
pueda. Hay otras consideraciones que van más allá de la belleza física, hay
ideales y valores personales. Sin embargo, ninguno de los dos perdía nada con
carearse.
En ese son se conocen el mogul de la
belleza y la zuliana. Zulianita no era, con sus 5'10" de estatura, cabellera
negra como el cosmos, ojos marrón como un café bien colao y sonrisa plena. La
reunión se da en Mall en Miami, el Dadeland, que no es ni más tus-tus, ni el
más cafre. El sitio no intimidaba. El bellezero queda convencido que Mónica es
ideal para su acervo de candidatas. El sentimiento no es mutuo, al menos no
inmediatamente. Coge su tiempito, pero la muchacha se despide de su familia en
algún momento del 2003 y de la tierra de Mickey Mouse en pos de la aventura del
Miss Venezuela 2004. Le asignan el Estado de Guárico y pa' luego es tarde.
Nuestra muchachona bella aterriza en
Caracas y ahí cambia todo. Y cuando digo todo es todo, no se queda nada sin
trastocarse. Se prende el gen del amor patrio entre medio de la endoctrinación
e iniciación al mundo del certamen de belleza en el que solo las más fuertes
sobreviven. Y más fuerte fue, no solo porque se llevo la cinta, la magnífica
corona y el ramillete de flores, sino porque su esencia floreció al Venezuela
mudarse a su alma permanentemente. Sus paisajes despampanantes con una flora y
fauna donde hay de todo desde desiertos hasta picos nevados la habitaron. Ya no
respiraba el mismo aire, le llego uno perfumado por gente cálida y orgullosa de
vivir en la cuna de la libertad suramericana. Se redescubrió y se reidentificó
con lo que dejó atrás hacia tanto tiempo.
Con todo y con eso, no se come el mundo en
el Miss Universo 2005 en Tailandia. Hace sus burraditas al contestar par de
preguntas de la prensa y la pregunta de la ronda final. Llega cuarta finalista.
Ganó una rusa que pasó sin pena ni gloria. Lo importante es que Mónica cultiva
como persona, no permite más que los nervios la saquen de sitio y adiós
novatadas.
No se detiene y su sueño de actuar queda
plasmado en varias novelas de mucho éxito en el país. Le llega el amor de su
vida en Thomas. Como ella, el se había reafincado a sus raíces venezolanas. A
pesar de ser un trasplante británico, eso no lo detuvo. Su corazón latía
al ritmo de Venezuela. Se casan y les llega su razón de vivir: una bebita. Le
pusieron Maya, como la primera gran cultura de las Américas.
Una Mónica mas adulta se compromete con la
juventud que afronta cada día los limites que a juicio de la sociedad tienen
por tener Asperger y condiciones de desarrollo cerebral. Se convierte en su
amiga, embajadora y fiel luchadora.
Venezuela se estremece durante este
tiempo. Los males sociales del bandidaje, secuestro, asaltos y la violencia
organizada se esparcen sobre el país, arropándolo en la sangre de su prole. Mónica
no es inmune y la asaltan media docena de veces. Su familia en el exterior le hace un llamado a la cordura. Le piden que
se vaya del país y busque mayor seguridad.
Quizás por eso busca horizontes en el
exterior y le llega el chance de
protagonizar telenovelas en Colombia y en Miami y se va. Deja a Venezuela, pero
Venezuela no la deja a ella. Vive brevemente en Francia antes de trabajar en
Miami. Se despoja de su larguísima cabellera y se entrega a aprender a vivir
como parisina junto a su hija. Sueña con realizarse en el cine francés.
Medio separada de su esposo, pero siempre
con él en el corazón y viéndose de vez en cuando fluye su vida en armonía. Pero
su paz interna no era plena. Tenía que salir de algo más. Mónica decide destetarse del falso brillo de
la Capital del Sol. El glamur y el figureo artístico no la llenan y la hacen
aferrarse más a su Venezuela.
No hay ruego familiar que valga. El gen
del amor patrio la empata permanentemente al país junto a su esposo que
se siente exactamente igual. Incluso, Thomas ha sobrevivido la híper violencia.
Con todo y con eso él se arroja con entrega a propulsar el ecoturismo
aventurero a todos los puntos de éxtasis natural que ofrece el país. En
ese marco desean criar su hija. Hacen patria sin pregonarlo, ni proponérselo.
Quieren que el mundo y Venezuela se descubran mutuamente en un marco de
verdadero amor por la naturaleza y el prójimo. No se sabe como figuraba la
inseguridad endémica en todo esto. Creo que con la fe en lo mejor del ser
humano y que la maldad se puede vencer haciéndole frente con el mero de estar
presente y no doblegar sus planes ante los horrores.
Así parten los tres a pasar la Navidad a lo
venezolano, explorando y absorbiendo la bondad de los paisajes y la pureza de
sus aguas. Les cae una maldita sorpresa el Día de Reyes, Día de la Epifanía de
Nuestro Señor Jesucristo. En este sacrosanto día en que la sabiduría de los
reyes mortales se doblego ante el Rey de Reyes, la maldad no se toma el día
libre y desata su coraje contra Mónica y familia a través de un esquema de
crimen organizado en la autopista de Valencia-Puerto Cabello. Como en los
tiempos de los cuatreros del viejo oeste norteamericano, los acribillan tal
como le hacían a los que les averiaban las diligencias a adrede.
Así, a lo tierra de nadie nos arrebatan a Mónica con tanto que dar y poco
que codiciar que no fuera amar su familia y su tierra. Thomas también cae. Se
salva Maya. Con 5 añitos y una bala en la pierna, ahora se dispone a caminar
como hija de la generación que no tiene de otra que no sea hacer un nuevo
mundo, una nueva América libre de violencia. Nuestra generación les ha fallado
garrafalmente. Hay demasiados corazones rotos, familias separadas y muertes a
destiempo. No dejemos que eso nos detenga. De esa rabia y de ese dolor algo se
nos tiene que ocurrir. Mientras tanto, mas que un aplauso le doy un
hasta siempre a Mónica Spear que con sus defectos y virtudes era adorable
mas allá de su dulzura y belleza. Era adorable porque tenía la capacidad de
adorar un país y discapacitados que a simple vista se podrían dar por causas
perdidas. Zulianita, te extrañamos.