Lucero, Lucero, Lucerito, la novia
de América para la generación ochentona, nos ha dejado boquiabiertos. Salieron
a la luz unas fotos de su safari familiar que no son nada aptas para la
audiencia familiar o telenovelera. Es más, un reality loco de NatGeo era más o
menos a lo que me recordaron las fotos. Imagínense un programa titulado
"Mis Vacaciones Cazamenteras." Lo triste del desenlace del pirateo
de las imágenes es que se desbarató en añicos chiquititos la imagen de Lucero.
Sabíamos que no era perfecta, ya hacía de villana y era divorciada. De igual
forma, sabíamos que es celosa con sus hijos y no los anda fotografiando para la
prensa. La artista es ella, sus hijos son niños. Ya decidirán si el artistaje
es para ellos. Partiendo de eso, ¿cómo rayos los deja tomarse fotos con armas
de fuego? Digo, a lo mejor eso no es nada para ella. Es parte de su vida
privada. Se confiaba en que nadie vería como vacaciona. En este mundo la vida
ajena tiene amplio valor monetario, se ha vuelto una comodidad tangible. Las
vivencias se han reducidos a código binario, pixeles y mp3s. Se compran y se
venden como pan en el supermercado y se desechan como papel sanitario inodoro
abajo cuando aparecen otras con que comerciar.
Este comercio, piratero y
paparazzero en muchos casos, rompe la ilusión que es muchas veces es un
artista. Su imagen pública puede o no concordar con su vida privada, eso lo
podemos esperar. La cosa es porque tenemos la obsesión de saber si predican o
no la moral en ropa interior. En el caso de Lucero, la conocemos por su imagen
de bienhechora de los niños del Teletón, modelo de Olay/Pantene y eterna
estrella de Televisa. Despuntó como Chispita en la telenovela de Televisa del
mismo nombre. Tenía unas trenzas súper largas para esa época. Más tarde le
arreglaron la nariz, la lanzaron como actriz y cantante juvenil. Hizo varias
películas con Pedro Fernández. Pasó a dama joven y protagonista de telenovelas
a la par que cantaba. Se casa con Mijares, pare y sigue en ascenso. Su
reinvención como villana la manda a la estratósfera telenovera de nuevo en
medio del divorcio y novierismo con el ahora cazador. Nada le había puesto
traba hasta ahora.
Le piratearon las fotos y salieron
en una publicación miamense dedicada a las celebridades hispanas. Se detuvo el
ascenso de Lucero, ni el nombre de estrella brillante le arrojó luz. Se le
oscureció el panorama. Lo que se ve en las fotos difiere de la protectora de la
infancia empobrecida y minusválida de América. Era una mujer auspiciando el
cruel asesinato de animales en su propio hábitat. Y no cualquiera puede irse de
safari. Este es un hábitat que se invade con fines comerciales, donde solo los
más ricos tienen acceso. Persiguen el animal, lo tirotean y para completar se
toman fotos con el cadáver alardeando como si hubiesen hecho la gran gesta y
fueran héroes. Si Lucero apretó el gatillo o no, es irrelevante. Fue participe plena
del show sangriento, solo con aparecer en las fotos da su aprobación. Para
completar sus hijos salen en fotos con las armas presuntamentes utilizadas en
la cacería. Eso no pinta bien para el que crea que los niños no deben usar
armas. Ella se escuda en decir que había expertos presentes para enseñarles a
usarlas con seguridad. ¿Seguridad de qué? ¿Qué hay de madurez y licenciatura de
armas? Las armas no son juguetes y los animales no son trofeos ni para los
ricos ni para nadie.
¿Qué otra cosa nos sugiere este incidente?
La afluencia todo lo trata de justificar y simplificar con peritaje y no con
amor. No hubo amor a la fauna y deseo de decir no a los juegos bélicos. Lucero
aquí nos quiso decir que sabe lo que hace. Y que no encuentra nada malo con cazar
y exponer sus hijos a eso.
Ese disfrute le costó su
participación en Viña del Mar este año. El ambiente estaba tan caldeado que se
autoretiró a través de un comunicado de prensa del festival dónde estaría seis
días como juez. Se está enfriando hasta que se apague el fuego de justicia que
las acciones infraganti despertaron en el público. Y vaya usted a saber cuánto dinero en contratos y
auspiciadores perdió por esa cancelación. La alcaldesa de Viña del Mar se
mostró parca en sus declaraciones. Hasta se veía agradecida de que la artista
le evitara el escándalo al Festival.
Uno se pregunta si Lucero quiso mas
el cache del Festival de Viña del Mar que a los propios animales, pues no se ha
disculpado por nada. Ni siquiera por hipocresía. Eso lo aplaudo porque odio la hipocresía
y no voy en esas lides. A fin de cuentas, quizás pensó que el público nunca dejó de tomar su
niñez como punto de partida, siendo ya una mujer cuarentona. Pensó que la veían
como su nieta, hija, nieta, hermana, prima, amiga, rival y novia de
fantasia. Todo porque fue Chispita aunque la de del chispoteo definitivamente
fue Lucero.
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