lunes, 10 de agosto de 2015

Enseñanzas del Clon

En el 2003 yo vivía en Vancouver, BC, Canadá y en mi radar televisivo no había ni la más mínima indicación  de la existencia del fenómeno que arrasaba en Brasil y pronto barrería con los ratings a través de Latinoamérica y el mundo: El Clon. Por fin la puedo disfrutar en su retransmisión por Telemundo en el horario del mediodía.

Esta historia trata del choque  de la cultura marroquí y la brasilera en torno a la vida  de Jade, una joven tan artimañosa como tan bella que usa su inteligencia para tratar de aquietar su rebelde corazón y  recuperar el tiempo perdido con el amor de su  vida, un brasilero llamado Lucas. Ella no cuenta con la audacia de un científico igual de inabnegado que ella,  pero no ante una vida sin Lucas. La obsesión de este doctor de gran renombre en la genética y fertilidad es el fenecido gemelo de Lucas, Diogo. Diogo era más dinámico que Lucas y al parecer todos menos Jade lo querían más. Y de esa obsesión, el ovulo de una paciente incauta y una célula de Lucas, nace el Clon que al pasar del tiempo se sumara al alboroto en  el corazón de Jade.

Jade tampoco contó con la rebeldía de su marido Zaid y el  buen amor de otro hombre llamado Zein que quedo hechizado por ella. Los 4 hombres tratan de quedarse con el amor de Jade. En medio de esa vorágine de sentimientos, Jade descubre que su único amor es su hija Khadija. Ese es el único amor por el que luchara. El hombre de su vida ya no es prioridad.

Con El Clon, Globo inicio el siglo XXI rompiendo esquemas al tratar el tema de una cultura islámica en un mundo post 9/11 dentro de un contexto ajeno al terrorismo  exaltando el exotismo marroquí, con la majestuosidad de sus ruinas, la inmensidad del desierto, la variedad, textura y colorido de sus telas, el bullicio de su medina, la algarabía  de sus fiestas, la brillantez de su oro, la exquisitez de su cocina y la devoción total a Allah. Los mandatos del libro sagrado permean la vida entera de los creyentes—de una manera inimaginable para los secularistas, humanistas, científicos y cristianos que desfilan por Fes durante la trama. Todo es fe, colorido, tradiciones y la ética de trabajo de los marroquíes que emigran a Brasil con hambre de éxito y renombre mientras glorifican a Allah.

En ese escenario, las mujeres o son fieles a las costumbres o unas rasga velos, exhibicionistas, bandidas de siete suelas. Hay una dualidad sin puntos medios que mete miedo. Todo es reglamentariamente absoluto. Eso trae enfrentamientos entre las mujeres y muy poca hermandad entre ellas con el apoyo total y consciente de los hombres. Por más que exijan paz en el hogar, son los primeros en difundir el temor del infierno y el dogma del exhibicionismo con gran elocuencia más allá de la saciedad. La trama se enriquece con las mujeres que cuestionan este sistema de creencias que usan el Corán como parapeto para el control femenino. Ahí, la hermandad que exige el libro sagrado queda irreparablemente rota. La imposición de supuestos valores se utiliza para encubrir la envidia hacia las que se atreven a pensar fuera del molde costumbrista impuesto desde tiempos inmemorables. El tiempo todo lo desvirtúa y a veces necesita revisionismo a favor del empoderamiento de la mujer más allá de la deuda social con las costumbres.

Y más en estos tiempos cuando el terrorismo cobra mayores dimensiones del horror en masa del 9/11 y 3/11. Ahora el horror es uno a uno con secuestros y decapitaciones a manos de la nación ISIS. El Clon nos transporta a la vida del marroquí de a pie que desea prosperar sin llevar a cabo actos extremistas. Ahora bien los marroquíes de la novela si experimentan recelo ante la separación y dificultad de entendimiento entre sus valores que son muy propios del África meridional islámica versus los del exterior occidental. El paraíso marroquí de la novela ignora la crisis que la inmigración marroquí y los estragos que causa en las aguas internacionales en el sur de Europa.


Novela al fin,  se idealizan ciertos puntos de lo exótico y los problemas  como el crimen, la drogadicción, la apropiación ilegal de un apartamento, la clonación clandestina de un ser humano, un embarazo con esperma mal habida y padres egoístas quedan como fenómenos estrictamente occidentales en Rio de Janeiro. Todos estos horrores son a raíz de la familia fragmentada alimentada por el materialismo y arribismo social en una sociedad alejada de Dios. Ese es el precio de la libertad en esta novela: el dolor. La misma moneda que tienen las mujeres de Fes para pagar por algún viso de libertad sobre las reglas que pesan sobre ellas. Sea cual sea la era en que nos encontremos ese el precio tanto en la ficción como en la realidad que se paga por romper los lazos con lo que la fe o la familia puedan exigir. Ojala no fuese así. Si la verdadera hermandad de la fe y la familia  existiese bajo  un  manto sagrado, existiese el respeto al raciocinio humano venga del hombre o de la mujer, de un occidental o de un fiel a Allah. Así pudiésemos celebrar nuestras diferencias y triunfos sin recelos impuestos por normas ancestrales. Viviríamos en un mundo más cerca de la idealización prevalente en El Clon, libre de alusiones al terrorismo. Las rivalidades entre culturas se arreglarían en la cancha de futbol y listo tal como acontece en la novela. Eso sí sería digno de mostrarle a las Naciones Unidas. No perdamos la fe, cosas más extrañas hemos visto y aún estamos en pie feliz de haberlas presenciado,  esperando el próximo milagro en un mundo que los necesita más de lo que lo trabaja y clama por ellos. 

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