La presentación oficial de la
novela “El Color de la Pasión” en México D.F. esta semana fue interesante más
allá de la trama y los protagonistas, la mexicana Ariadne Díaz y el novel
argentino Horacio Pancheri. Lo más curioso vino del actor argentino René Strickler.
Como parte del elenco, Strickler dijo sentirse feliz y orgulloso de trabajar
con la próxima generación de primeros actores y primeras actrices. Se mostró
deseoso de compartir con su compatriota y otros jóvenes que se aúpan en las
ondas telenoveleras. Lució cómodo y feliz como primer actor, no como alguien meramente
aceptando ser segundón porque no le queda otro remedio. Su comentario enfatiza
que primero son actores y después protagonistas. Entre líneas dejó ver que el
protagonismo es efímero, pero el talento, la buena reputación y excelente
compañerismo llevan el actor a la longevidad. Les resumió en una oración como
hacer una carrera y no descarriarse
antes las luces de la fama. ¡Bravo por René Strickler!
Ahora eso de ser primer actor a
los cincuenta y pico bajito es algo
nuevo. Ahí se suma Arturo Peniche en “Qué
Pobres Tan Ricos.” Antes eso era territorio de señores bien mayores que
anclaban la trama de la novela en su rol de patriarcas. Las venturas o
desventuras de los protagonistas siempre eran culpa del patriarca en las
novelas más clásicas. Los actores que lucían a pasos del ancianato hacían o de
abuelitos bonachones, borrachones sinvergüenzas o locos decrépitos. Los
cincuentones eran relegados al elenco, si es que aparecían. La categoría de
primer actor se está enriqueciendo con actores más jóvenes y es esperanzador
ver que no relegan los cincuentones al elenco sin hacerles una distinción.
Aunque hay cincuentones como Guy Ecker y Eduardo Yáñez que protagonizan. Así
que hay de todo en el reino de los maduritos. Y de las maduritas también. No se
olviden de Laura Flores. Pronto estrena su nueva novela “Reina de Corazones” en
GalaTV en México y más adelante en Telemundo.
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