domingo, 16 de febrero de 2014

Entre Lazaro, Caín, Quico y Silas

En el Mes de la Herencia Afro-Americana la presencia de las figuras negras en nuestras telenovelas no es lo que era antes.  Se acabaron los tiempos de Cambucha, Mamá Dolores y  Lirio Blanco. Tenemos figuras femeninas fuertes que no importan a lo que se dediquen sean profesionales o sean criadas, no son lloroncitas de profesión. Puede ser que lloren porque tienen sus sentimientos y sufren, pero de ahí a ser eternas sufridas hay una milla clásica. Pensemos en Mara en  Santa Diabla, la empresaria joven que por burradas de su racista suegrastra lo pierde todo y tiene que volver a levantarse con todo y récord carcelario. Elisa, su madre, no se queda  atrás. A parte de ser tremenda loba paría, tiene  un cuerpazo y un caché espectacular, su temple y carácter son testimonio  de su supervivencia como madre soltera y pasante de tres divorcios. ¡Ay Dios!

Siguiendo la trama de Santa Diabla, nos encontramos con Lázaro que fue novio de Mara pero encuentra el amor con su ex-suegra, Elisa. Como capacitador de atletas de alto rendimiento, es un hombre paciente, dedicado y compasivo. Está envuelto en bondad, pero a la vez exige excelencia, honestidad y entrega al cometido que la persona tenga de frente ya sea rehabilitación o amor. Este personaje dista mucho del tradicional hombre negro que aparece en las telenovelas. Su visión de vida dista mucho de las variaciones del negro egoísta que aparece en las distintas historias.

Visitemos a Silas en Avenida Brasil. Tan coquipelao como Lázaro, pero con ceso hueco para complementar. Este personaje es trabajador. Tiene un concurrido bar de manigua, billar y comivete. También tiene un negocito de guagua de sonido. Ahora bien, lo trabajador no le quita lo caprichoso. Altera unos récords médicos para obligar a su novia Mona Lisa a casarse con él. Cada vez que ella se muestra insegura o desinteresada con algo de la  boda él le monta un patatús cardíaco. Un grupo de amigos sabe lo que hay y le tapa el dramita por pena. El insiste que la boda le salvará la vida y que él le dirá la verdad en la luna de miel. En realidad él padece del corazón porque la locura amorosa y el constante rechazo de sus anteriores propuestas de matrimonio lo han llevado a eso.  No se conforma con vivir con ella  o ser novios de algún tipo. Es un tipo dizque enchapado a la antigua. Ahora se yo, que la mentira y el crimen son aliadas del matrimonio tradicional. Eso se llama buscar la forma de salirse con la de uno a como dé lugar a costillas de la paz ajena. Y si eso no es egoísmo, dígame usted que puede ser.

Por el camino de salirse con la ellos van los hermanos Muñoz Mosquera: Quico y Caín en Pablo  Escobar: El Patrón de Mal. ¡Que hermanitos! Esos sí que son criminales graduados Summa Cum Laude de Escoltas de Narcotraficantes. Lo de Silas es una burrada de un inconsciente. Estos dos están presentes y conscientes en todo momento de lo que hacen. Quico es más al grano en sus ejecutorias. Lo de Caín es algo fuera de liga. El tipo tiene la fuerza de cara de utilizar la Santa Biblia, la prédica de la palabra de Dios en sus fechorías. ¿Imagínense, que secuestro, bombazo, asesinato y tortura estaría completa sin que le justificaran la mala pasada con un pasaje bíblico, oración o amonestación en Cristo? No le traería eso más paz a usted, saber que su sicario es cuasi-pastor? ¿O sería más aterrador? Creo que sería el colmo del egoísmo usar la palabra del que todo lo dio por la humanidad para cegar una vida. Usar la luz de luces para no ser más que obscuridad. Y todo esto lo hace por el vil dinero del Patrón y vivir escondiéndose de un lado para otro. En el ínterin tenían sus lujos, pero esos no le salaron la vida. Fueron la prisión de su egoísmo.

En fin, la figura del hombre negro en muestras historias televisadas va evolucionando más allá del payaso y del malandro. Con personajes como Lázaro en Santa Diabla van rumbo al multidimensionalismo que ya han alcanzado las figuras femeninas. Lo triste es que ninguno de los tres aquí discutidos se salvó del racismo raso. A todos les dijeron negro en la misma cara y peyorativamente. Una vez que otra habrá sido de cariño. OK, pero no fue la norma. Varios a su alrededor dieron por sentado que ser negro es una falla innata de su carácter. En pleno Siglo XXI lo que es una verdadera falla, es que estemos todavía hablando del racismo. No nos debemos conformar con que los hombres negros sean figuras de reparto. Hace falta que sean galanes protagónicos en novelas contemporáneas, directores y escritores de novelas. O sea nos hacen falta en todos los aspectos de la producción. ¿O es que los blancos nada más son los que ven novelas?





No hay comentarios.:

Publicar un comentario