Imagínese usted si muchos en su
entorno muy solapadamente les diera con que usted se retirara de su trabajo
como oficinista, por poner un ejemplo, por el mero hecho de que usted comenzó
su carrera en los tiempos de las maquinillas, las procesadoras de palabras, IBM
286 con Word Star o Word Perfect, los TELEX, el Fax y los mensajeros en motora.
Le dicen esto no en su cara sino a través de comentarios en el internet en
artículos que se escriben sobre su desempeño profesional y chismes en las redes
sociales. Esta gente se dedican a decirle dinosaurio, vieja ridícula y que se
retire con dignidad habiendo gente más joven que pueden hacer su trabajo. “¡Qué
clase de pantalones!”, diría usted. Y bien dicho porque usted no llega ni
someramente a la edad de retiro. Y aunque llegara a la edad de retiro o más
allá. ¿Qué? Esos no son asuntos de ellos. Usted se ha despellejado trabajando para
alcanzar sus metas profesionales por décadas ante viento, marea, discrimen,
criando muchachos y desafiando al diario vivir.
Puede ser que usted no se vea tan
tiposa como cuando tenía sus vientipico o sus treintipico de años. Eso pudiera
ser irrelevante. Digamos que usted hace buen uso de los recursos que tiene a su
disposición y algo más. La tecnología dermatológica y estética ha avanzado
muchísimo de los noventa para acá. Entre el Botox, el Juvederm, los peels y
otros procedimientos ambulatorios, rejuvenecerse el rostro sin verse acartonada
es accesible a muchos bolsillos gracias a las tarjetas de crédito, planes de
pago, ofertas y ahorros de muchas damas que le tienen miedo al bisturí, a verse
artificialmente estiradas y al proceso de recuperación. Para el cuerpo están
las dietas estrictas, los regímenes de ejercicios quasi-militares y las mil y
una variantes de la liposucción. Tampoco nos podemos olvidar de los implantes de
senos y nalgas. Así como los levantamientos de cualquier parte del cuerpo
afligida por la gravedad. Los dientes tampoco se escapan de su recapeadita
literalmente cuando comienzan a perder el lustre y a desgastarse.
Afortunadamente, los préstamos, ahorros y tarjetazos también se prestan para
los procedimientos invasivos y dentales.
Como punto de partida para todo eso está la
buena genética física y mental, la constante preparación profesional, el buen
gusto, el profesionalismo, la sagacidad, la inteligencia y sobretodo la astucia
que solo el pasar de los años puede depositar en la personalidad de una. El
éxito obtenido a través de una trayectoria que de seguro ha tenido aciertos,
sin sabores, guerras, treguas y cierta paz toma tiempo. No se cronometra en los
paréntesis de la era del internet necesariamente. Hay que escalar los peldaños
de la carrera para mantenerse. El mantenerse conlleva por lo general más
estrategia que el comenzar. Ahí está el secreto. Hay que hilar del bueno y
echar cachaza para soportar cada cosa. Dentro de la categoría de cada cosa, el
acoso en las redes sociales y el internet no se vale. Es más sucio, más cobarde
e inhumano. Nos reduce a operadores de ordenadores que despepitan veneno sin
ver a la cara a la otra persona, sin conocerle en muchísimas ocasiones.
Esto le pasa a muchas de nuestras
estrellas de telenovelas. Las que ya no son damitas tan jóvenes. La crueldad se desborda. Las alfombras rojas
se utilizan como excusa para criticar a estas artistas. Los comentaristas de
chismes y modas se lucen arrastrando como mapo de barra el look de la actriz.
Por más buena presencia y simpatía que tenga ella, limpian el piso con ella
como si valiera menos que nada. Comentan que se debe tapar porque su época de
destape ya pasó. Si aparece tapada, le dicen momia. Palo si boga y palo si no
boga.
Se olvidan que el trabajo de esa
actriz es estar al día con todas las tendencias de la moda, el maquillaje, el
cabello y la estética. Se deben al público. Quieren verse bien para
deslumbrarlos y presumirles cariño en esa noche tan especial. Sus fanáticos
incondicionales conocen su personalidad y gustos. No encuentran nada malo con
que ella quiera verse fashion. Algunos criticarán su estrella por creerse que
tiene quince años. ¿Pero, no es ese el punto de ser estrella de telenovela? Su
misión es desafiar los límites de nuestra realidad trillada y traernos glamur. El
glamur no tiene edad y por eso ella tiene que verse sin edad. Tiene que ser
mujer de madurez perfecta balanceando la sensualidad con el caché y la
maternidad con el placer. A eso no se le puede asignar edad sino femineidad bien puesta. Eso no es
nada más y nada menos que sentirse bien con el gusto de uno y con el físico de
uno de tal manera que lo expresa con su look haciéndole o no caso al batallón
de belleza que tiene en su arsenal de armas profesionales. Y esa expresión sin
gritos retumba más que las críticas contagiosas de los supuestos expertos de la
televisión. Eso dice estoy aquí porque me quieren aquí. Me invitaron porque soy
relevante en el ambiente novelero, porque mis caracterizaciones tienen
trayectoria valiosa y por ello soy bien valorada. Noche a noche, capítulo a
capítulo me he ganado el derecho a que me acepten como soy. Esa es mi dignidad
y no la voy a negociar con nadie. Gústele a quien le guste y duélale a quien le
duela.
Ahora que se acercan los Premios
Lo Nuestro y los Latin Billboards, recordemos no dejarnos llevar por los
fashionistas y chismólogos que le hacen comités de odio las maduritas.
Salgámonos de la fila de los quejariñosos y abramos una nueva para los
cariñosos. Ahora, sin lamber ojos. Somos gente inteligente. No tenemos que
aplaudirlas como focas tampoco. Comprometámonos con la solidaridad a la
dignidad humana. Use su propio criterio. Trate de ver a su artista como una
obrera más que está haciendo lo mejor que puede para mantenerse trabajando en
un ambiente leonino. Al fin y al cabo eso nos pasa a usted y a mí: a ella ante
las cámaras y a usted y yo más allá del resplandor del televisor.
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