Lo que nos dejó Santa Diabla,
aparte de atónitos por la muerte de Humberto, es una novela poco común con
elementos de thriller romántico con fines de venganza donde las alianzas,
situaciones confusas y traiciones no se hicieron esperar. Algunos televidentes
encontraron que era muy violenta y llena de resurrecciones inverosímiles. Y no
se olviden de que capitalizó con el estigma de las enfermedades mentales y las
manipulaciones del sistema de salud mental.
Sin embargo, la novela no carece de méritos. Y no lo digo por los altos ratings que se
mantenían casi siempre sobre el millón de espectadores por noche. A veces la
gente puede sintonizar pura porquería en masas. Sin embargo, Santa Diabla tiene
los elementos para superar sus cualidades negativas.
Empecemos con el elenco
encabezado por Gaby Espino, Carlos Ponce, Aarón Díaz y Ximena Duque. Como el
último proyecto de Gaby Espino con Telemundo tenía altas expectativas sobre sus
hombros y las sobre pasó en el plano actoral. Tan es así que será recordada por
haber sido Santa Martínez más que por cualquier otro rol. Por otro lado, el
regreso de Carlos Ponce a Telemundo como el villano Humberto Cano y la llegada de Aarón Díaz como el hermano inocente,
Santiago Cano, se consolidó con el tema que interpretaron a dúo para la
telenovela. Sus voces y sex appeal se mezclaron al escribir juntos la canción y
declarársele a Santa Martínez. Y Ximena
Duque como la “Preciosa” de Inés Robledo no pudo haber caído en mejor nido de
iniquidad. Como la mala, descocada y obsesionada de la novela no tenía nombre.
Los papeles de buena que hizo por tantos años le pagaron con creces y la
prepararon para ser la mala con fachada vulnerable y corazón gris.
En Santa Diabla no faltaron primeras
actrices. Tuvo las mejores. No extrañamos a Felicia Mercado. Nos alegramos de
tener a Zully Montero. Ella se merecía algo mejor que andar diciendo, “Gracias,
MedEnvíos.” Como la racista de Hortensia Santana le impartió fortaleza a la
sub-trama de su hijo Arturo con su novia Mara, una joven negra que es una
emprendedora empresaria. Sin ella esa historia no hubiese sido tan viable y no
es que Eduardo Orozco y Jeimy Osorio no sean buenos actores, es que la
dimensión de odio tenía que ser a otro nivel para empujarlos a verse a
escondidas y a llevar a cabo el plan descabellado de Arturo casarse con
Lissette para despistar a su madre. ¿Y qué me dicen de Lissette? La
interpretación de Lis Vega como la ambiciosísima y calculadora tipa era
necesaria para darle mayor valía al amor prohibido de Arturo y Mara, restándole
cualquier justificación al racismo de Hortensia. Con el apoyo de Gledys Ibarra
y Pedro Telémaco como Elisa, la madre y Lázaro, el ex-novio de Mara, vemos que
el racismo se batalla a nivel multi-generacional y con la familia. Sin ellos no
somos nada. Ambos actores pusieron la justa medida de pasión y ecuanimidad para
hacer creíbles sus personajes sin hacerlos seres sufridos ni endurecidos, sino
seres racionales y amables, pero luchadores.
En el plano diametralmente
opuesto tenemos a Gilda Haddock como la matriarca de los Cano, Francisca. Ilógica,
histérica, calculadora, fría, vana, fatua y superficial cría a sus hijos dentro
de un matrimonio con Gaspar, pero a la vez siendo amante todo la vida del socio
de éste, Vicente Robledo. Niega una hija por deforme, pasa un hijo del chillo
por legítimo y así por el estilo. Es el ancla perfecta para la putrefacción moral
y psicológica de los Cano. Su actuación fue muy acertada con los ademanes y
postura de dama de sociedad fría y vacía. Esta era una dimensión de Gilda que
no conocíamos. Y bienvenida sea al repertorio
El resto del elenco estaba bien
acoplado y no hubo errores en la selección de actores y actrices a la hora de
asignar papeles. Brillaron María Raquenel como Tránsito Carvajal, Frances
Ondiviela como Victoria Coletti y Virna Flores como Paula Delgado. Lincoln
Palomeque me ha gustado más en otros papeles. Willie Delgado lo limitó mucho una
vez le cortaron las cadenas. Lo de Don Juan Picaflor se tornó cansón. Ezequiel
Montalt hizo bien el papel de playboy indolente. Pero, en el renglón de los
actores secundarios el Diablo-Diablo fue Roberto Mateos como Patricio Vidal.
Jamás pudiese creerle un papel de bueno a este señor después de esta novela.
Makita Soler y Wanda D’Isidoro eran el par perfecto de hermanas corrompidas por
una mala madre al interpretar, respectivamente, a Alicia y Bárbara Cano.
El éxito del elenco se debe no
sólo al trabajo de los actores, sino al grupo de directores, entre ellos el actor
Miguel Varoni. Ya era hora que el talento de Varoni fuese puesto detrás de las
cámaras. Como actor polifacético que se adapta de buenazo a villano y de
seriote a comicazo, sabe manejar una escena y que pedirle a los actores en el
entorno. De ahí parte el acople del elenco proveniente de tantos países y
talleres actorales. Todo funcionó al grado que tanta inverosimilitud no nos
dejó incrédulos.
En cuanto a los temas de la
novela que van más allá del clasismo, el racismo y la venganza, pensemos que la
fe católica es un tema central. El Padre Milton está siempre disponible para
escuchar confesiones y servir de consuelo, albacea o consejero. También su
parroquia se convirtió en un lugar donde se dieron muchos escándalos a raíz de
bodas, funerales, confesiones y hasta asesinatos. Ojalá y no se usara la
iglesia con fines negativos. ¿Dios qué diría?
También me pregunto qué diría de
tanta duplicidad que se dio en esta novela. Santa fingió ser Amanda para vengar
a Willy, su difunto marido. Willy en realidad no estaba muerto. Mientras tanto
Humberto se hacía el engañado con Santa. Y Vicente Robledo engañaba a todos con
la muerte de Willy. Todos esos telones cayeron. Al igual que el telón de
Santiago haciéndose el bueno cuando era un perfecto psicópata y a Humberto se
le hizo tarde para rectificar sus malas obras. Nada era lo que parecía. Ni
siquiera la despedida de Gaby Espino de Telemundo. Se queda para tres
telenovelas más. ¡Enhorabuena! Y los televidentes están de plácemes con su
nuevo contrato. Ambos han salido ganando con Santa Diabla.
El único que es lo que parece es
el escritor principal, José Ignacio Valenzuela, mejor conocido por El Chascas. Se
dedica a trazar trayectorias de personajes que van de una transformación
absurda a otra en un mundo que solo es posible dentro de la imaginación
telenovelera porque en el nuestro ya estaría todo al desnudo, al descubierto y
al derecho.Y todo eso sin pedir perdón.
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