lunes, 3 de marzo de 2014

Lo que nos deja Santa Diabla

Lo que nos dejó Santa Diabla, aparte de atónitos por la muerte de Humberto, es una novela poco común con elementos de thriller romántico con fines de venganza donde las alianzas, situaciones confusas y traiciones no se hicieron esperar. Algunos televidentes encontraron que era muy violenta y llena de resurrecciones inverosímiles. Y no se olviden de que capitalizó con el estigma de las enfermedades mentales y las manipulaciones del sistema de salud mental.   Sin embargo, la novela no carece de méritos.  Y no lo digo por los altos ratings que se mantenían casi siempre sobre el millón de espectadores por noche. A veces la gente puede sintonizar pura porquería en masas. Sin embargo, Santa Diabla tiene los elementos para superar sus cualidades negativas.

Empecemos con el elenco encabezado por Gaby Espino, Carlos Ponce, Aarón Díaz y Ximena Duque. Como el último proyecto de Gaby Espino con Telemundo tenía altas expectativas sobre sus hombros y las sobre pasó en el plano actoral. Tan es así que será recordada por haber sido Santa Martínez más que por cualquier otro rol. Por otro lado, el regreso de Carlos Ponce a Telemundo como el villano Humberto Cano  y la llegada de Aarón Díaz como el hermano inocente, Santiago Cano, se consolidó con el tema que interpretaron a dúo para la telenovela. Sus voces y sex appeal se mezclaron al escribir juntos la canción y declarársele a Santa Martínez.  Y Ximena Duque como la “Preciosa” de Inés Robledo no pudo haber caído en mejor nido de iniquidad. Como la mala, descocada y obsesionada de la novela no tenía nombre. Los papeles de buena que hizo por tantos años le pagaron con creces y la prepararon para ser la mala con fachada vulnerable y corazón gris.

En Santa Diabla no faltaron primeras actrices. Tuvo las mejores. No extrañamos a Felicia Mercado. Nos alegramos de tener a Zully Montero. Ella se merecía algo mejor que andar diciendo, “Gracias, MedEnvíos.” Como la racista de Hortensia Santana le impartió fortaleza a la sub-trama de su hijo Arturo con su novia Mara, una joven negra que es una emprendedora empresaria. Sin ella esa historia no hubiese sido tan viable y no es que Eduardo Orozco y Jeimy Osorio no sean buenos actores, es que la dimensión de odio tenía que ser a otro nivel para empujarlos a verse a escondidas y a llevar a cabo el plan descabellado de Arturo casarse con Lissette para despistar a su madre. ¿Y qué me dicen de Lissette? La interpretación de Lis Vega como la ambiciosísima y calculadora tipa era necesaria para darle mayor valía al amor prohibido de Arturo y Mara, restándole cualquier justificación al racismo de Hortensia. Con el apoyo de Gledys Ibarra y Pedro Telémaco como Elisa, la madre y Lázaro, el ex-novio de Mara, vemos que el racismo se batalla a nivel multi-generacional y con la familia. Sin ellos no somos nada. Ambos actores pusieron la justa medida de pasión y ecuanimidad para hacer creíbles sus personajes sin hacerlos seres sufridos ni endurecidos, sino seres racionales y amables, pero luchadores.
En el plano diametralmente opuesto tenemos a Gilda Haddock como la matriarca de los Cano, Francisca. Ilógica, histérica, calculadora, fría, vana, fatua y superficial cría a sus hijos dentro de un matrimonio con Gaspar, pero a la vez siendo amante todo la vida del socio de éste, Vicente Robledo. Niega una hija por deforme, pasa un hijo del chillo por legítimo y así por el estilo. Es el ancla perfecta para la putrefacción moral y psicológica de los Cano. Su actuación fue muy acertada con los ademanes y postura de dama de sociedad fría y vacía. Esta era una dimensión de Gilda que no conocíamos. Y bienvenida sea al repertorio
El resto del elenco estaba bien acoplado y no hubo errores en la selección de actores y actrices a la hora de asignar papeles. Brillaron María Raquenel como Tránsito Carvajal, Frances Ondiviela como Victoria Coletti y Virna Flores como Paula Delgado. Lincoln Palomeque me ha gustado más en otros papeles. Willie Delgado lo limitó mucho una vez le cortaron las cadenas. Lo de Don Juan Picaflor se tornó cansón. Ezequiel Montalt hizo bien el papel de playboy indolente. Pero, en el renglón de los actores secundarios el Diablo-Diablo fue Roberto Mateos como Patricio Vidal. Jamás pudiese creerle un papel de bueno a este señor después de esta novela. Makita Soler y Wanda D’Isidoro eran el par perfecto de hermanas corrompidas por una mala madre al interpretar, respectivamente, a Alicia y Bárbara Cano.

El éxito del elenco se debe no sólo al trabajo de los actores, sino al  grupo de directores, entre ellos el actor Miguel Varoni. Ya era hora que el talento de Varoni fuese puesto detrás de las cámaras. Como actor polifacético que se adapta de buenazo a villano y de seriote a comicazo, sabe manejar una escena y que pedirle a los actores en el entorno. De ahí parte el acople del elenco proveniente de tantos países y talleres actorales. Todo funcionó al grado que tanta inverosimilitud no nos dejó incrédulos.

En cuanto a los temas de la novela que van más allá del clasismo, el racismo y la venganza, pensemos que la fe católica es un tema central. El Padre Milton está siempre disponible para escuchar confesiones y servir de consuelo, albacea o consejero. También su parroquia se convirtió en un lugar donde se dieron muchos escándalos a raíz de bodas, funerales, confesiones y hasta asesinatos. Ojalá y no se usara la iglesia con fines negativos. ¿Dios qué diría?

También me pregunto qué diría de tanta duplicidad que se dio en esta novela. Santa fingió ser Amanda para vengar a Willy, su difunto marido. Willy en realidad no estaba muerto. Mientras tanto Humberto se hacía el engañado con Santa. Y Vicente Robledo engañaba a todos con la muerte de Willy. Todos esos telones cayeron. Al igual que el telón de Santiago haciéndose el bueno cuando era un perfecto psicópata y a Humberto se le hizo tarde para rectificar sus malas obras. Nada era lo que parecía. Ni siquiera la despedida de Gaby Espino de Telemundo. Se queda para tres telenovelas más. ¡Enhorabuena! Y los televidentes están de plácemes con su nuevo contrato. Ambos han salido ganando con Santa Diabla.

El único que es lo que parece es el escritor principal, José Ignacio Valenzuela, mejor conocido por El Chascas. Se dedica a trazar trayectorias de personajes que van de una transformación absurda a otra en un mundo que solo es posible dentro de la imaginación telenovelera porque en el nuestro ya estaría todo al desnudo, al descubierto y al derecho.Y todo eso sin pedir perdón. 



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