domingo, 23 de febrero de 2014

¿Hay Señor o No? Porque la Señorita aún no se ha elegido.

Las cofradías defienden todo lo moral y sacrosanto que representan las imágenes de los Santos Católicos, sus ceremonias y peregrinaciones. Los devotos se encargan de preparar todo para los días de las conmemoraciones especiales. Son un ejército de la fe que hace sus votos laicos en defensa de la bondad, humildad, paz y la fe Cristiana. Con una jerarquía basada en la disciplina y obediencia, según sus miembros van probando su valía van ascendiendo y mejorando su posición dentro de la organización. No van a ganar nada material, pero sí en lo espiritual y lo personal aunque el ego no debe ser primordial. Agradar a Dios y subir de posición para guiar a otros, debe ser el objetivo principal.

Hay organizaciones que operan justo al inverso de la cofradía. Las vemos todos los días en nuestras telenovelas. Y estas historias están dos puestas y dos puestas con la partida de La Reina del Sur y El Patrón del Mal, que terminaron su segunda retransmisión la semana pasada. Ahora nos llegarán Camelia: La Texana y La Viuda Negra. Antes de fin de año llega la segunda temporada del Señor de los Cielos. Todas estas historias basadas en hechos verídicos vienen repletas de cofradías donde los miembros al probar su valía traicionan los más altos valores del ser humano. Las virtudes y los valores pasan desapercibidos y lo único que vale es lo que se puede ver y contar. En otras palabras, el dinero es lo que más vale, más que la vida misma. Todo se vale siempre y cuando la mercancía llegue a su destino y el dinero intercambie manos. El que se meta en el camino lo sacan a como dé lugar, vivo o muerto. La ley del silencio es la única ley que se respeta porque para al menos mantenerse, si es que uno no puede ascender, en las filas del narcotráfico hay que saber callar. Aprender a seguir instrucciones, llevarlas a cabo, ver el horror, y seguir por ahí calladito es la obligación del empleado. Véase uno más bonito calladito o no. Quizás las cofradías tengan sus ritos secretos, pero vemos que por lo general sus frutos son positivos. Los frutos de todo el hermetismo de los narcos es un saldo estrictamente negativo.

Sin embargo, los ratings se disparan. Nos encanta ver el mal y como el bien se impone. Lo cierto es que el éxito de las narco novelas estriba no solo en la temática actual y los exteriores lujosos, sino en que los actores tienen que ser convincentes en sus interpretaciones. No están caracterizando personajes comunes y corrientes, sino leyendas contemporáneas. Tienen que clonar el más mínimo detalle de la personalidad de la figura que están llevando a la pantalla chica. No pueden fallar porque el margen interpretativo está en la realidad que ha transcurrido fuera del libreto. El libreto aquí es un producto accidental de la estela de crimen y violencia que deja el narcotráfico a su paso. Los videos, periódicos, revistas y grabaciones de la época ayudan a recrear el ambiente sin mucho que hacer.
No nos engañemos, hay sus mediocres dentro del subgénero de las narconovelas. Quizás en menor grado que en las novelas tradicionales porque aquí la belleza no es requisito. A lo mejor por eso hay más maestros. Nos viene a la mente Andrés Parra como Pablo Emilio Escobar Gaviria y el elencazo que compartió la trama en El Patrón del Mal. Tan es así, que lo usaron a él como punto de partida para El Señor de los Cielos y empatar a Sinaloa con Cali a través de Medellín. De ahí salió el tremendo de Robinson Díaz robándose la novela con su personaje del Cabo.  Esos son personajes imborrables en la psiquis del público y esperemos no los encasillen para que sigan aportando al género con iguales bríos y probando que el más bello actor no siempre es el  mejor.

En esa rama hay un posible Señor de las Narconovelas. Le quedan bien los papeles tanto de bueno como de malo. Su experiencia en el cine tanto en español como en inglés le da caché a su trasfondo, pero sin eso también sería igual de excelente en sus ejecutorias. Hablamos de Dagoberto Gama. Interpretó al Pote Galvez en La Reina del Sur, el sicario noble que pasa se pasa de bando y el más mal padre y mal marido de todos los narcos mexicanos en La Ruta Blanca, Homero Paz. En ambas novelas pagó por sus crímenes por más que arreglara su vida. Ahora viene más malo que nunca en Camelia: La Texana como Don Antonio Treviño a traficar heroína. Ascendió de sicario a traficante de coca y ahora a traficante de la pero droga ilícita. Con ese ascenso llega una narconovela de sesenta capítulos filmada totalmente con técnicas de cine digital.

Y no nos olvidemos de Camelia, esta vez Sara Maldonado se hace narcotraficante luego de interpretar a una agente de la DEA en La Reina del Sur. Veremos a ver como se desempeña en su rol de villana accidental. Las comparaciones con Kate del Castillo en La Reina del Sur y quizás con Ana Serradilla en la Vuida Negra no se harán esperar. Ojalá no se tuviera que comparar su labor con la de otras mujeres dentro del género. No sigamos creando tanto odio y rivalidades entre las mujeres y menos el innecesario. Más bien lo ideal sería si se pensara en ver las ejecutorias pasadas de Sara Maldonado y nada más.  


Y dicho todo esto, ¿no les dan ganas de que el inolvidable Cristian Tappan mejor conocido por Gonzalo Gaviria en El Patrón del Mal y Willie Rangel en La Reina del Sur aparezca en esta narconovela para que se dispute el título de Señor de las Narconovelas de tú a tú con Dagoberto Gama? ¿O tendremos que esperar a un enfrentamiento futuro? Sólo así podremos encontrar al Indiscutible Señor de las Narcovelas. De igual forma aún no se ha seleccionado a la portadora del cetro Señorita Narconovela. El jurado aún anda suelto y mientras no se ponga odioso o mande a hacer una vuelta, aquí estaremos pendientes a la decisión.

domingo, 16 de febrero de 2014

Entre Lazaro, Caín, Quico y Silas

En el Mes de la Herencia Afro-Americana la presencia de las figuras negras en nuestras telenovelas no es lo que era antes.  Se acabaron los tiempos de Cambucha, Mamá Dolores y  Lirio Blanco. Tenemos figuras femeninas fuertes que no importan a lo que se dediquen sean profesionales o sean criadas, no son lloroncitas de profesión. Puede ser que lloren porque tienen sus sentimientos y sufren, pero de ahí a ser eternas sufridas hay una milla clásica. Pensemos en Mara en  Santa Diabla, la empresaria joven que por burradas de su racista suegrastra lo pierde todo y tiene que volver a levantarse con todo y récord carcelario. Elisa, su madre, no se queda  atrás. A parte de ser tremenda loba paría, tiene  un cuerpazo y un caché espectacular, su temple y carácter son testimonio  de su supervivencia como madre soltera y pasante de tres divorcios. ¡Ay Dios!

Siguiendo la trama de Santa Diabla, nos encontramos con Lázaro que fue novio de Mara pero encuentra el amor con su ex-suegra, Elisa. Como capacitador de atletas de alto rendimiento, es un hombre paciente, dedicado y compasivo. Está envuelto en bondad, pero a la vez exige excelencia, honestidad y entrega al cometido que la persona tenga de frente ya sea rehabilitación o amor. Este personaje dista mucho del tradicional hombre negro que aparece en las telenovelas. Su visión de vida dista mucho de las variaciones del negro egoísta que aparece en las distintas historias.

Visitemos a Silas en Avenida Brasil. Tan coquipelao como Lázaro, pero con ceso hueco para complementar. Este personaje es trabajador. Tiene un concurrido bar de manigua, billar y comivete. También tiene un negocito de guagua de sonido. Ahora bien, lo trabajador no le quita lo caprichoso. Altera unos récords médicos para obligar a su novia Mona Lisa a casarse con él. Cada vez que ella se muestra insegura o desinteresada con algo de la  boda él le monta un patatús cardíaco. Un grupo de amigos sabe lo que hay y le tapa el dramita por pena. El insiste que la boda le salvará la vida y que él le dirá la verdad en la luna de miel. En realidad él padece del corazón porque la locura amorosa y el constante rechazo de sus anteriores propuestas de matrimonio lo han llevado a eso.  No se conforma con vivir con ella  o ser novios de algún tipo. Es un tipo dizque enchapado a la antigua. Ahora se yo, que la mentira y el crimen son aliadas del matrimonio tradicional. Eso se llama buscar la forma de salirse con la de uno a como dé lugar a costillas de la paz ajena. Y si eso no es egoísmo, dígame usted que puede ser.

Por el camino de salirse con la ellos van los hermanos Muñoz Mosquera: Quico y Caín en Pablo  Escobar: El Patrón de Mal. ¡Que hermanitos! Esos sí que son criminales graduados Summa Cum Laude de Escoltas de Narcotraficantes. Lo de Silas es una burrada de un inconsciente. Estos dos están presentes y conscientes en todo momento de lo que hacen. Quico es más al grano en sus ejecutorias. Lo de Caín es algo fuera de liga. El tipo tiene la fuerza de cara de utilizar la Santa Biblia, la prédica de la palabra de Dios en sus fechorías. ¿Imagínense, que secuestro, bombazo, asesinato y tortura estaría completa sin que le justificaran la mala pasada con un pasaje bíblico, oración o amonestación en Cristo? No le traería eso más paz a usted, saber que su sicario es cuasi-pastor? ¿O sería más aterrador? Creo que sería el colmo del egoísmo usar la palabra del que todo lo dio por la humanidad para cegar una vida. Usar la luz de luces para no ser más que obscuridad. Y todo esto lo hace por el vil dinero del Patrón y vivir escondiéndose de un lado para otro. En el ínterin tenían sus lujos, pero esos no le salaron la vida. Fueron la prisión de su egoísmo.

En fin, la figura del hombre negro en muestras historias televisadas va evolucionando más allá del payaso y del malandro. Con personajes como Lázaro en Santa Diabla van rumbo al multidimensionalismo que ya han alcanzado las figuras femeninas. Lo triste es que ninguno de los tres aquí discutidos se salvó del racismo raso. A todos les dijeron negro en la misma cara y peyorativamente. Una vez que otra habrá sido de cariño. OK, pero no fue la norma. Varios a su alrededor dieron por sentado que ser negro es una falla innata de su carácter. En pleno Siglo XXI lo que es una verdadera falla, es que estemos todavía hablando del racismo. No nos debemos conformar con que los hombres negros sean figuras de reparto. Hace falta que sean galanes protagónicos en novelas contemporáneas, directores y escritores de novelas. O sea nos hacen falta en todos los aspectos de la producción. ¿O es que los blancos nada más son los que ven novelas?





lunes, 10 de febrero de 2014

La Mujer Sin Edad

Imagínese usted si muchos en su entorno muy solapadamente les diera con que usted se retirara de su trabajo como oficinista, por poner un ejemplo, por el mero hecho de que usted comenzó su carrera en los tiempos de las maquinillas, las procesadoras de palabras, IBM 286 con Word Star o Word Perfect, los TELEX, el Fax y los mensajeros en motora. Le dicen esto no en su cara sino a través de comentarios en el internet en artículos que se escriben sobre su desempeño profesional y chismes en las redes sociales. Esta gente se dedican a decirle dinosaurio, vieja ridícula y que se retire con dignidad habiendo gente más joven que pueden hacer su trabajo. “¡Qué clase de pantalones!”, diría usted. Y bien dicho porque usted no llega ni someramente a la edad de retiro. Y aunque llegara a la edad de retiro o más allá. ¿Qué? Esos no son asuntos de ellos.  Usted se ha despellejado trabajando para alcanzar sus metas profesionales por décadas ante viento, marea, discrimen, criando muchachos y desafiando al diario vivir.

Puede ser que usted no se vea tan tiposa como cuando tenía sus vientipico o sus treintipico de años. Eso pudiera ser irrelevante. Digamos que usted hace buen uso de los recursos que tiene a su disposición y algo más. La tecnología dermatológica y estética ha avanzado muchísimo de los noventa para acá. Entre el Botox, el Juvederm, los peels y otros procedimientos ambulatorios, rejuvenecerse el rostro sin verse acartonada es accesible a muchos bolsillos gracias a las tarjetas de crédito, planes de pago, ofertas y ahorros de muchas damas que le tienen miedo al bisturí, a verse artificialmente estiradas y al proceso de recuperación. Para el cuerpo están las dietas estrictas, los regímenes de ejercicios quasi-militares y las mil y una variantes de la liposucción. Tampoco nos podemos olvidar de los implantes de senos y nalgas. Así como los levantamientos de cualquier parte del cuerpo afligida por la gravedad. Los dientes tampoco se escapan de su recapeadita literalmente cuando comienzan a perder el lustre y a desgastarse. Afortunadamente, los préstamos, ahorros y tarjetazos también se prestan para los procedimientos invasivos y dentales.

 Como punto de partida para todo eso está la buena genética física y mental, la constante preparación profesional, el buen gusto, el profesionalismo, la sagacidad, la inteligencia y sobretodo la astucia que solo el pasar de los años puede depositar en la personalidad de una. El éxito obtenido a través de una trayectoria que de seguro ha tenido aciertos, sin sabores, guerras, treguas y cierta paz toma tiempo. No se cronometra en los paréntesis de la era del internet necesariamente. Hay que escalar los peldaños de la carrera para mantenerse. El mantenerse conlleva por lo general más estrategia que el comenzar. Ahí está el secreto. Hay que hilar del bueno y echar cachaza para soportar cada cosa. Dentro de la categoría de cada cosa, el acoso en las redes sociales y el internet no se vale. Es más sucio, más cobarde e inhumano. Nos reduce a operadores de ordenadores que despepitan veneno sin ver a la cara a la otra persona, sin conocerle en muchísimas ocasiones.

Esto le pasa a muchas de nuestras estrellas de telenovelas. Las que ya no son damitas tan jóvenes.  La crueldad se desborda. Las alfombras rojas se utilizan como excusa para criticar a estas artistas. Los comentaristas de chismes y modas se lucen arrastrando como mapo de barra el look de la actriz. Por más buena presencia y simpatía que tenga ella, limpian el piso con ella como si valiera menos que nada. Comentan que se debe tapar porque su época de destape ya pasó. Si aparece tapada, le dicen momia. Palo si boga y palo si no boga.

Se olvidan que el trabajo de esa actriz es estar al día con todas las tendencias de la moda, el maquillaje, el cabello y la estética. Se deben al público. Quieren verse bien para deslumbrarlos y presumirles cariño en esa noche tan especial. Sus fanáticos incondicionales conocen su personalidad y gustos. No encuentran nada malo con que ella quiera verse fashion. Algunos criticarán su estrella por creerse que tiene quince años. ¿Pero, no es ese el punto de ser estrella de telenovela? Su misión es desafiar los límites de nuestra realidad trillada y traernos glamur. El glamur no tiene edad y por eso ella tiene que verse sin edad. Tiene que ser mujer de madurez perfecta balanceando la sensualidad con el caché y la maternidad con el placer. A eso no se le puede asignar  edad sino femineidad bien puesta. Eso no es nada más y nada menos que sentirse bien con el gusto de uno y con el físico de uno de tal manera que lo expresa con su look haciéndole o no caso al batallón de belleza que tiene en su arsenal de armas profesionales. Y esa expresión sin gritos retumba más que las críticas contagiosas de los supuestos expertos de la televisión. Eso dice estoy aquí porque me quieren aquí. Me invitaron porque soy relevante en el ambiente novelero, porque mis caracterizaciones tienen trayectoria valiosa y por ello soy bien valorada. Noche a noche, capítulo a capítulo me he ganado el derecho a que me acepten como soy. Esa es mi dignidad y no la voy a negociar con nadie. Gústele a quien le guste y duélale a quien le duela.


Ahora que se acercan los Premios Lo Nuestro y los Latin Billboards, recordemos no dejarnos llevar por los fashionistas y chismólogos que le hacen comités de odio las maduritas. Salgámonos de la fila de los quejariñosos y abramos una nueva para los cariñosos. Ahora, sin lamber ojos. Somos gente inteligente. No tenemos que aplaudirlas como focas tampoco. Comprometámonos con la solidaridad a la dignidad humana. Use su propio criterio. Trate de ver a su artista como una obrera más que está haciendo lo mejor que puede para mantenerse trabajando en un ambiente leonino. Al fin y al cabo eso nos pasa a usted y a mí: a ella ante las cámaras y a usted y yo más allá del resplandor del televisor.  

lunes, 3 de febrero de 2014

Lo que nos uno como pueblos

Cuando me criaba en Puerto Rico si llegaba tarde de hacer compra con mi Mama y se abría la puerta del elevador al llegar a nuestro piso, lo que retumbaba al unísono eran los temas de las telenovelas del momento. ¿Quién no se acuerda de “Mi Vida Eres Tu” en la voz de Rudy La Scala al comienzo de Cristal? Eso era un himno de amor. Uno se sentía que tenía algo en común con el vecino aunque no lo conociera ni de cara.
En los trabajos y las escuelas las tramas y los temas eran conversación obligatoria. Aunque uno no viera la novela, participaba. Es parte de la cultura. Y de ahí sale la unión como pueblos. Odiamos a los malos colectivamente y sufrimos por los buenos en alzada. Estamos de acuerdo de quien es quien dentro del mundo telenovelero. Quisiéramos que la vida real fuese así de clara y tan en blanco y negro. A lo mejor no deseamos las intrigas, pero si el ritmo de vida rápido y excitante. Nos envolvemos tanto en los desenlaces que disminuimos el stress de nuestras vidas viendo las aventuras y desventuras de otros. La disminución de nuestros problemas y dolamas es una bendición durante esos ratitos noveleros. Es respirar profundamente haciendo yoga extracorporal y multisensorial. Es una rutina de ejercicios a la que nos entregamos con rigurosidad y compromiso, pero sobretodo con entrega.
Con estos ejercicios realzamos nuestra humanidad apoyando la bondad unilateralmente y rechazando la maldad sin reparo alguno. Y al traducirse las historias a diferentes idiomas, este sentimiento se vuelve universal. Sentimos empatía y simpatía por los de los países que producen los melodramas. Se manifiesta la gran familia humana en espíritu a la distancia.
Durante mi temprana juventud, las novelas venezolanas de Radio Caracas Televisión y de Venevisión me transportaban a un mundo de absolutos y donde se podían arreglar las injusticias. Allí el que la hacia la pagaba sin duda alguna. Como colegiala de clase media en colegio de ricos, ese revanchismo y sed de justicia me encantaban. Veía las novelas a la escondida de mi Mamá. Para ella eso era para gente ociosa y yo como estudiante de honor, no daba la imagen de ociosa. Mi Papá era más benévolo con las novelas. No se desvivía por ellas, pero si le gustaban los temas de Ricardo Montaner. Y así Montaner se convirtió en uno de sus cantantes favoritos. Veíamos Niña Bonita juntos por las tardes. Montaner con su “Tan Enamorados” unió en complicidad novelera. Después de eso nos dió trabajo encontrar una que nos gustara  los dos y él se regresó a su CNN. Pero nunca olvido esa época. Ahora que él no está si oigo “Tan Enamorados” me transporto a los tiempos de Rudy Rodríguez y Luis José Santander. Me vuelve la fe al cuerpo. Pienso que todavía hay historias y canciones que pueden más que la realidad.
Ahora, cuando oigo “Mi pequeño Amor”, el tema de la telenovela puertorriqueña Coralito, ahí sí que se me va el mundo. Nunca pude verla, pero siempre oíamos el tema porque salía la novela inmediatamente después del noticiero de Telemundo. Ednita Nazario y Laureano Brizuela lo interpretaban de una forma que distaba mucho de lo que puede ser una canción. Lo cantaban como una verdad absoluta en sus vidas. Olvídate tú de si Sully Díaz y Salvador Pineda protagonizaron con mucho éxito. Sí, lo hicieron; abrumadoramente. Pero, “Mi Pequeño Amor” marcó mi vida como el primer y único tema que mi Papá me dedicó. Era de amor de pareja. Eso no aplicaba para nada. Lo que sí iba en nuestra relación era que fuimos la verdad uno del otro. Dos caras de una misma moneda que a veces diferíamos, pero que siempre éramos lo más cerca de uno mismo que un padre y una hija pueden ser a pesar de los errores e inconsciencias que pudiésemos cometer.  No lo digo dentro de un marco de perdón, sino dentro de un marco de aceptación y sapiencia de que quienes fuimos, quienes somos y quienes vamos a ser. Aunque el ya no tiene chance de ser nada más en este plano terrenal, vivo con el concepto de que lo que soy y lo que seré se debe en parte a ser su pequeño amor.

En medio de toda estas emociones telenoveleras, me entristecí mucho al escuchar que el Presidente de Venezuela Nicolás Maduro tronó contra las telenovelas. Las considera instrumentos que llevan a la peor violencia colectiva. La peor violencia colectiva, en mi opinión, a veces merma durante los horarios de las novelas, certámenes de belleza, eventos especiales y deportivos que le ocupan la mente a la gente. Ese interés por la programación no excluye a los elementos criminales. Ellos también van en esas. Muchas estadísticas señalan que la criminalidad baja durante las horas que se transmiten estos programas. Y muchas veces las tramas novelas se actualizan para estar más cerca de la actualidad de nuestros países. De ahí han salido las narco novelas, que según los códigos de orden televisivo en Venezuela me luce que no se transmiten a menos que sea por satélite o internet. Y eso de las narco novelas son otros veinte pesos…un tema que pronto tocaremos por su cuenta. Volviendo al tema de hoy,  creo que las únicas pautas que sientan las telenovelas son de moda, peinado y maquillaje. No se olviden de los talentos y cantantes que impulsan también. En estos momentos quisiera que impusieran una moda que vaya más allá de lo que se pueda interpretar como superficial. Sino que de algún modo el recuerdo de un tema nos transforme y nos traiga ese modelo de empatía y sentimiento que nos despierta el recordar a un ser querido o un momento de sosiego en nuestras vidas. Que ese recuerdo se vuelva nuestra consigna de unión como pueblo en cualquier parte del mundo porque ahí está la fuerza de los pueblos, precisamente en lo que ama, comparte y más quiere de sus novelas: el amor invencible. Eventualmente, este vencerá la violencia y solo podremos imaginar qué tipo de novelas veremos entonces.